jueves, 29 de abril de 2010

Las consecuencias de cantar en una pizzeria




Fue sin intención, sin buscarlo ni provocarlo, no estaba en nuestra agenda, ni siquiera lo teníamos ensayado. Pero es cierto que corría el año 2000 cuando nos animamos a acompañar a la comparsa del Cano para presenciar su actuación en el gran teatro Falla. Eso nos vino muy bien porque nos sirvió para componer "el semáforo de Rus" y "en el puente de Carranza" como canciones autobuseras que desbancaron a "una sardina" y "en la puerta del colegio". También nos sirvió para aumentar nuestro patrimonio cuarteteril comprándonos dos pitos de carnaval en la mismísima Pepi Mayo. Pero ése fue el problema. Teníamos que probarlos. Fue justo después de identificar al auténtico taxista de plata y bastante antes de que en la puerta del Falla a un ciudadano "lo han tirao de espaldas". Fue después de comer, o mejor dicho, después de cervecear, mientras la comparsa del Cano se calentaba las voces y aplacaba los posibles nervios que pudieran tener antes de su actuación como "Persépolis" cuando, después de cantar ellos unas coplillas, una voz dijese que podíamos cantar nosotros algo para ver de qué íbamos, y de si éramos un cuarteto que de verdad iba a actuar en carnaval.
Tocamos los pitos, cantamos "este cuplé es muy bueno", se cayeron varios tubos al suelo...
Hoy, diez años después, hemos vuelto a los orígenes, donde comenzó este cuarteto, y nuestra mayor sorpresa es que la pizzeria ubicada en la plaza del Gran Teatro Falla estaba cerrada.

1 comentario:

Antonio M. Medina Gómez dijo...

La pizzeria cerró al día siguiente de cantar vosotros allí.

Un abrazo, monstruos.